Juan 13:12-17
12 Así que, después que les hubo lavado los pies, tomó su manto, volvió a la mesa, y les dijo: ¿Sabéis lo que os he hecho?
13 Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy.
14 Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros.
15 Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis.
16 De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió.
17 Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis.
Aunque Juan no lo grabó, Lucas incluyó una línea muy trágica en su registro de la última cena: “Un conflicto también surgió entre ellos, en cuanto a cuál de ellos era considerado como el más grande (Lucas 22:24).”
Incluso en la última Cena, con la sombra de la cruz acercandose, los discípulos estaban en una disputa sobre quién era el más grande. (Mateo 20:20-28, Marcos 10:35-45, Lucas 22:24-27).
Volviendo al día de lavarse los pies y quitarse las sandalias, el lavamiento de los pies era un servicio humilde, pero necesario. Después de viajar por caminos polvorientos y embarrados, un baño de pies era de lo más refrescante. Se llevaba a cabo generalmente por los esclavos más bajos, pues había distinciones de rango en la esclavitud.
El lavamiento de los pies de Jesús no fue un gran drama con el objetivo de atraer los ojos de los espectadores. El ático, donde este incidente tuvo lugar, no era un teatro. Esta era la vida real. No se puede lavar los pies sin rebajarte. Jesús inclinándose para lavar los pies de sus discípulos, fue el símbolo de la humildad de Dios. En consecuencia, no fue a pesar de, sino por su conciencia de su origen divino, y el destino, que se levantó de la cena, y se ciñó el vestido y tomo la postura de un esclavo.
Es la historia de esta entrega final de Jesús casi ante muerte, en el que el lavado de pies era una parábola en acción. Parabola que demuestra lo que el Señor siempre había estado enseñando, y lo que estará enseñando y demostrando después de este incidente. En una palabra, lo que él había demostrado era amor.
El Amor obliga a realizar los servicios más humildes de buena gana, porque el amor siempre es así.
“Entonces él se sentó y llamó a los doce, y les dijo: Si alguno quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos.”(Marcos 9:35). (Mateo 23:11; 20:27, Marcos 10:43-44, Lucas 22:26-27).
Jesús es Maestro y Señor (Juan 13:13) pero el mayor se convirtió en lo más mínimo. El Hijo de Dios vino a nosotros, se convirtió en el más humilde de todos los sirvientes, en el último de todos, y sirvió a todos.
“Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros.” (Juan 13:14) Así como Jesús se sentó y lavó los pies con su gran amor, también debéis lavaros los pies unos a los otros con su amor. Lo que Jesús nos ordena, no es corresponder a su amor y servicio, sino a repetir en nuestra vida diaria, entre la comunidad de los creyentes, esta accion. Lo que Juan nos quiere decir es que no sólo Jesucristo puede bajar hasta la parte más baja, pero, cualquiera, cualquier persona, puede ser esclavo.
El Señor dijo que “ahora que sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis.” Bienaventurados los que comprenden las palabras de Jesús como una forma de vida. Creer en Él no es sólo un ejercicio intelectual. Es más bien una vida vivida de acuerdo con la palabra que él expresa. El amor de Jesúcristo del que Juan da testimonio, no es ni emocional ni teórico. El amor que Jesús demostró fue abnegación y actos de auto-sacrificio basados en el amor. Esta es la esencia del amor que Juan nos habla. No debemos ser un metal que resuena o un platillo que hace ruido sin amor (1 Corintios 13:1), sino representar la verdad al lavarse los pies los unos a los otros con amor.