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Lavando los Pies

Jesús se levantó de la cena, y se quitó su manto, y lavó los pies sucios de sus discípulos uno a uno. Hay pocos incidentes en la historia del evangelio que revelen el carácter de Jesús tan perfectamente y muestren así su amor.

Juan registra que Jesús sabía que el Padre había puesto todas las cosas en las manos, en su poder (Juan 13:3). Lo que el Padre había puesto en sus manos era un don de amor. Es su reconocimiento del éste hecho, que lo libera para amar a los suyos “hasta el fin” (13:1), y lo demuestra lavándoles los pies.

Sin embargo, cuando Jesús se inclinó y le ofreció lavar los pies, Pedro rechazó el ofrecimiento porque él no conocía el significado. Entonces Jesús le dijo: “Si no te lavare, no tendrás parte conmigo.” Sólo el Señor puede lavar nuestros pecados y sólo después de ser limpios podemos ser discípulos de Cristo.